Azerbaiyán en el inicio de las innovaciones: cómo construir un ecosistema que funcione – ENTREVISTA CON UN EXPERTO
Bakú, 21 de octubre, AZERTAC
En el mundo contemporáneo, la innovación se ha convertido en un componente esencial del crecimiento económico y del desarrollo sostenible. Para los países en desarrollo, representa una vía hacia el avance tecnológico, la diversificación económica y la integración en los mercados globales. Sin embargo, la creación de un ecosistema de startups viable requiere más que inversiones e infraestructura: comienza con la cultura, la educación, la disposición a asumir riesgos y la capacidad de adaptar las mejores prácticas internacionales a las realidades locales.
Gracias a su posición estratégica entre Europa y Asia, y a sus abundantes recursos, Azerbaiyán cuenta hoy con una oportunidad única para utilizar la innovación como base de su crecimiento futuro, no copiando modelos ajenos, sino construyendo su propio camino. AZERTAC presenta una entrevista con Cristian Ull Molina, experto internacional en innovación, cofundador de Área101, coautor del libro “101 historias de innovación” y founding partner de Unitatea.
– ¿Cómo define usted la “innovación” en el contexto actual? ¿Es un concepto universal o siempre depende del país, la cultura y el nivel de desarrollo?
– Yo suelo definir la innovación como la combinación de procesos, tecnología y personas. Los procesos son la manera en que trabajamos; la tecnología, el instrumento que permite materializar ideas y hacer posible lo nuevo; y las personas representan la cultura y el talento que sustentan todo ello. Pero, como en cualquier ecuación, no todos los elementos tienen el mismo peso.
– Si tuviera que distribuir esos tres componentes en porcentajes, ¿cómo lo haría?
– Francamente, hay tantas respuestas como empresas existen en el mundo. En mi caso, diría que un 60 % corresponde a las personas, porque son el corazón de la innovación: ellas son quienes pueden dar vida a las ideas o detener el proceso. Un 30 % corresponde a los procesos, que determinan cómo colaboramos, experimentamos y transformamos las ideas en realidad. El 10 % restante corresponde a la tecnología: sigue siendo importante, pero solo como herramienta. Sin las personas adecuadas y sin una cultura favorable, la tecnología por sí sola no genera innovación.
– De los 101 ejemplos de innovación incluidos en su libro, ¿cuáles podrían resultar especialmente útiles o inspiradores para países en fase activa de desarrollo, como Azerbaiyán?
– Una de las principales lecciones de 101 historias de innovación es que el verdadero cambio comienza dentro de las organizaciones. A menudo, el entorno externo evoluciona más rápido de lo que las empresas son capaces de transformarse internamente. En España, por ejemplo, observamos cómo las compañías están repensando no solo lo que hacen, sino quiénes son, priorizando los valores por encima de las palabras de moda.
En este sentido, Azerbaiyán puede encontrar ejemplos interesantes en programas como BIND 4.0, impulsado por el Gobierno del País Vasco, o en las iniciativas del Reino Unido en materia de cooperación intersectorial. Ambos casos muestran cómo la interacción entre el Estado y el sector privado puede acelerar cambios reales y tangibles. Ya no se trata del “teatro de la innovación”, sino de crear ecosistemas donde empresas, instituciones públicas y ciudadanos crezcan conjuntamente. Ahí es donde surge el verdadero impacto.
– Usted conoce el desarrollo del ecosistema de startups y de la infraestructura para la innovación en Azerbaiyán. ¿Qué pasos clave podrían acelerar su crecimiento?
– Sí, conozco cómo se está desarrollando el ecosistema de startups y la infraestructura innovadora en Azerbaiyán. Destacan especialmente las iniciativas de la Agencia de Innovación y Desarrollo Digital, así como los proyectos respaldados por Pasha Holding, por ejemplo, la plataforma Inmerge, que contribuye a la aceleración del crecimiento.
Para impulsar este desarrollo, destacaría tres líneas clave:
Fomentar la educación orientada al emprendimiento. Los jóvenes deben aprender a identificar oportunidades, tomar decisiones y poner en práctica sus ideas, incluso si no todas conducen al éxito.
Fortalecer la conexión entre universidades y startups. Las investigaciones y las ideas nacidas en el ámbito académico deben tener un acceso más directo al mercado, mediante la cooperación, el intercambio de conocimiento y proyectos conjuntos.
Asegurar el acceso a la financiación temprana. Los startups necesitan más oportunidades para obtener inversión inicial que les permita convertir ideas en productos y soluciones reales.
Los ecosistemas se desarrollan con mayor rapidez cuando los talentos locales pueden experimentar libremente, sin miedo al fracaso ni a la crítica.
– ¿Qué sectores considera más prometedores para Azerbaiyán en términos de cooperación internacional e inversión: fintech, agro-tecnología, energía o tecnologías verdes?
– Dada la posición estratégica de Azerbaiyán y sus recursos naturales, destacaría especialmente las energías verdes y las agrotecnologías. La transición hacia fuentes renovables, por ejemplo, los proyectos eólicos en la región del Caspio, es realmente prometedora. Si se combina con soluciones agrícolas inteligentes, como sensores y sistemas de riego basados en inteligencia artificial, Azerbaiyán puede convertirse en líder en la gestión sostenible de recursos.
El fintech, a su vez, puede servir de nexo entre estos sectores, proporcionando nuevos modelos de financiación e inversión adaptados a ellos.
– ¿Qué errores suelen cometer los países en desarrollo al construir sus ecosistemas de startups? ¿Qué debería evitar Azerbaiyán?
– Uno de los errores más comunes es intentar copiar Silicon Valley en lugar de adaptar sus lecciones a las condiciones locales. Otro es concentrarse demasiado en los eventos y en el llamado “teatro de la innovación”, sin ofrecer un apoyo real a los emprendedores.
Azerbaiyán debería centrarse en los fundamentos: garantizar el acceso a mentores, inversores locales y un marco normativo claro. Es preferible un crecimiento orgánico y sostenible a una apariencia de modernidad sin profundidad real.
– ¿Qué papel desempeña el capital de riesgo en la creación de un ecosistema de innovación sostenible? ¿Podrían ser útiles las alianzas internacionales, por ejemplo, con fondos europeos?
– El capital de riesgo es tanto combustible como brújula para los ecosistemas innovadores, pero solo si se aplica con el enfoque adecuado. En Area101 hemos comprobado que el dinero por sí solo no garantiza resultados sostenibles: la financiación debe ir acompañada de mentoría, alineación de intereses y una visión a largo plazo.
El venture capital permite a los startups experimentar, escalar y adaptarse. Envía una señal al mercado: la innovación no es solo una idea atractiva, sino una oportunidad real.
En un país como Azerbaiyán, donde el ecosistema aún está en formación, el capital de riesgo cumple una función crucial. Las inversiones tempranas no solo financian proyectos, sino que legitiman el camino de la innovación, crean modelos a seguir e inspiran a los emprendedores locales a asumir riesgos.
Cuando los fundadores perciben que fondos extranjeros y grandes empresas están dispuestos a invertir y colaborar, se produce un cambio de mentalidad: del “quizás podríamos intentarlo” al “sí, realmente podemos construir algo”.
– ¿Ve usted potencial para una cooperación inversora transregional entre el Cáucaso Meridional y España? ¿Qué formas de colaboración podrían resultar más efectivas?
– Sin duda. En España existe una red muy activa de aceleradoras e inversores orientados a la cooperación internacional, incluso con mercados del Este. Esta colaboración puede adoptar diversas formas: programas de aceleración conjunta, fondos de inversión transfronterizos o residencias de intercambio de talento.
Los emprendedores de Bakú podrían formarse y desarrollarse en hubs de innovación en Barcelona o Madrid, mientras que los inversores españoles explorarían oportunidades en el mercado del Cáucaso. La innovación florece allí donde las ideas y las personas pueden circular libremente.